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miércoles, 15 de febrero de 2012

#355

Había un apagón en la ciudad y las pocas luces de emergencia que alumbraban las calles mostraban largas sombras oscuras que se asemejaban a los monstruos de sus más oscuras pesadillas. 

Rädsla se escondió al fondo de un pequeño callejón, era el escondite perfecto. Estaba segura de que allí no la encontrarían jamás. Se acurrucó en uno de los rincones. Todo estaba oscuro, pero no pudo evitar cerrar los ojos esperando que todo aquello pasase. Cerró los ojos muy muy fuerte, pero por mucho que apretara sus ojos, eso no ocurría. No tenía miedo, no debía tenerlo. Las sombras estaban de cacería, pero aunque la encontraran, la dejarían vivir, no le harían nada.  A pesar de saber con certeza que estaba a salvo, no podía detener los grandes escalofríos que le recorrían el cuerpo.

Escuchó gritos en la entrada del callejón, cada vez eran más y más angustiosos. Había gente muriendo por toda la ciudad. La sangre de gente inocente era derramada por las calles de la ciudad. La gente corría desesperada por la oscuridad, corrían sin ver dónde iban. Algunos, con un poco más de suerte habían conseguido una linterna y corrían derechos a la parroquia en busca de la ayuda de un dios inexistente. Las linternas emitían luces que se dispersaban de un lado a otro sin llegar a alumbrar nada concreto. La gente no se daba cuenta de que eso era lo que las sombras buscaban, llevarlos a todos a un mismo sitio para tener el trabajo más fácil

Rädsla se tapó los oídos, pues no podía soportar más los gritos. Abrió los ojos por un momento y vio varias figuras negras que se movían rápidamente por la oscuridad. Se movían sigilosas, sutiles, se movían igual que las sombras. Temía que la hubiesen encontrado, pero se dijo a si misma que quizás solo había sido una mala jugada de su mente. Respiró hondo y volvió a cerrar los ojos. Contó hasta diez y volvió a abrirlos. Esta vez, a pesar de la oscuridad, veía unos grandes ojos grises y profundos justo delante de los suyos. 

- ¿Quién eres? - logró decir.
-  Sin duda es ella. Tiene la huella en sus ojos. - dijo el chico de los ojos grises hacia la otra oscura esquina del callejón. El chico encendió un mechero y lo acercó a su cara, dejando ver sus ojos a los que estaban escondidos en la oscuridad. Se acercó a ella e le susurró al oído.- Cierra los ojos.

Cuando los cerró acarició sus párpados y éstos se iluminaron. Rädsla no pudo verlo, pero sí sentirlo. Cuando los volvió a abrir el chico de los ojos grises ya no estaba, y suponía que tampoco estarían sus misteriosos acompañantes. Allí se quedó ella, sola, a salvo, pero sola y con una pregunta gritando incesantemente dentro de su cabeza. Sabía que las sombras no la cazarían, pero hasta hacía tan solo un minuto no sabía el motivo. Debía de ser la elegida, pero, ¿la elegida para qué?

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